ROLANDO

 por Candelaria Saldaño Vicente.

“Con tus besos tuve los momentos que más vida y felicidad me dieron… Debería habértelo dicho… ¿No, mi amor?”, dice Rolando antes de llamar a gritos a su ser amada. Lo que en realidad nadie sabe es cuánto dolor hay en esas pocas palabras. En la noche del pasado 9 de febrero en la sala Azucena Carmona del Teatro Real, me dispuse a escuchar las confesiones de Rolando; un hombre que hace una reconstrucción de su propia intimidad antes y después del quirófano, una reconstrucción atrapada entre el pasado y su presente. Exorcizando sus riesgos comenzamos a escuchar, a través de lo que dice y por medio de semejante voz, cómo son sus días en una institución y algunas cuestiones que lo atormentan.


En esta pieza teatral, existe una concretización textual que facilita que haya simbiosis entre la misma dramaturgia y la actuación como líneas de fuerza del espectáculo que se sostienen mutuamente. Atravesando diferentes alteridades que se nombran y se perciben, el cruce de voces en el relato de este personaje se instala y sostiene en el tiempo, recuperando modismos atemporales que permiten que, al verlo y oírlo, funcione enlazando momentos claves de la historia, aliviando tensiones y manteniendo nuestra atención de forma permanente. 


Mi atención estuvo tan sostenida por la forma en que Serrano contaba todo, que ni percibí cuánto tiempo había pasado hasta que terminó, y ahí pensé “Qué rápido que pasó”, aunque duró una hora… Una hora de un actor que sabe dejarse ver, una hora de un actor atrayendo a todos/as los/las presentes con el poder cautivante, el caudal que tiene su voz, su presencia, con una naturalidad escénica única. Serrano logra que podamos ver, en él, el rostro de aquellos personajes presentes en su relato, además de lograr conmover con su calidad expresiva, gestionando su corporalidad, dando a leer las emociones que lo atraviesan. Entonces, ¿dónde radica el motor de la fuerza en ese actor que tan bien sabe sostener la escena? En la sinceridad de sus acciones. Con gran temple, aplomo y facilidad con las palabras, sus acciones, ademanes, discursos y gestualidades los sostiene con una inusitada sensibilidad y comicidad. Sin dudas, el corazón del acontecimiento en esta obra es el actor que sabe contener y disponer de la escena a su gusto, haciendo a los/las presentes cercanos/as a una estupenda dramaturgia que nos comparte, produciendo efectos en quienes espectamos como un juego natural del que todos/as somos parte. “Rolando” son momentos no reducibles a la palabra, donde el actor nombra los estados de su alma porque los descubrió en carne propia y de esa manera, nos hace partícipes de su realidad mediante miradas, respiraciones y silencios como metáforas de lo que en la vida nos acompaña. A decir de André Villiers, “el artista es, ante todo, un artesano” y Serrano es un artesano de la escena. 


Con tus besos tuve los momentos que más vida y felicidad me dieron… Debería habértelo dicho… ¿No, mi amor?… Bueno, si pueden ir a ver “Rolando”, se reirán mucho, sí… pero también… también saldrán con el corazón estrujado.

No se lo pierdan.





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