Eran 5 hermanos y ella no era muy santa


Por lo general, no soy espectadora que frecuente musicales o espectáculos con alguna impronta musical directa; no porque no me gusten, simplemente no ha habido alguno que llame mi atención. El domingo 23 de junio, en la sala Carlos Giménez del Teatro Real,  vi  "Eran 5 hermanos y ella no era muy santa" de Miguel Iriarte. Versión libre de David Piccotto. Obra presentada en el marco de la apertura del “6to GIRART Mercado de las Artes Escénicas y la Música de Argentina”.

En este caso, tres fueron los factores que hicieron acercarme a esta obra: En primer lugar, el autor. En segundo lugar, el director. Y por último, pero no menos importante, el elenco.

El texto: La obra original, "Eran 5 hermanos y ella no era muy santa", fue estrenada por primera vez en 1980. Obra perteneciente al hombre de teatro (descripto así en uno de sus libros), actor, dramaturgo y director cordobés Miguel Iriarte (1936-2015). Su lectura sobre la realidad plasmada en esta obra, sigue tan vigente hoy como en aquellos días. Y es una de las razones por las que esta obra es un éxito. La gran calidad de escritura de Iriarte, muestra una obra grotesca en donde siempre se transita en el límite de lo cómico y lo trágico. Algo que Iriarte sabía hacer muy bien.

El director: Esta pieza teatral fue dirigida por el actor, director y docente David Piccotto. Quien en su haber cuenta con exitosas obras como “Tres Hermanas” y Las de Naides, entre otras. Piccotto transforma esta obra costumbrista la cual denominó como una opereta cuartetera, donde varias partes cantadas por quienes actúan son didascalias (instrucciones proporcionadas por el autor para la representación de la obra) que se expresan en el texto teatral de Iriarte. Estas didascalias cantadas, tan bien acomodadas en escena influyen directamente en imágenes acústicas, que nos llevan a seguir pensando en la obra incluso varios días después de haberla visto.
Piccotto encontró, en esta forma de representar la obra, el sentido del texto. El paso de una obra costumbrista, casi a modo de ‘sainete cordobés’ (como lo es la obra original) a lo que termina siendo una opereta cuartetera, un sistema teatral que muestra cómo el director atraviesa el texto de Miguel Iriarte con el cuarteto; el relato de una historia entre cantos.  Una fórmula que funciona muy bien, ya que el decir cotidiano del texto varía mucho más en esta nueva forma de contar lo que sucede, y a su vez permite al espectador comprender más detalles de lo que se quiere decir a partir del texto, gracias a su cotidianidad y el vínculo que se genera con las situaciones y las canciones.

El elenco: Comedia Cordobesa; y su repositor es Luis Torres. En esta oportunidad, en escena estuvieron: Silvia Pastorino, Giovanni Quiroga, Oscar Mercado, Cecilia Román Ross, Gabriela Grosso, Gonzalo Tolosa, Carolina Godoy, Lautaro Metral, Gabriel Coba y Patricia Rojo.

Hay algo de la construcción actoral que es particular y llama la atención más allá de lo que dicen. Hay un vínculo entre la mirada y el accionar de los cuerpos, que es fundamental para la percepción directa de quienes espectamos. Podemos ver en detalle cada una de las reacciones, la gestualidad de quienes actúan y hasta algún comentario que se hacen entre ellos/as por lo bajo. Ya que todo está representado con un solo frente, sólo hacia el público, lo que se dice en escena produce una participación inmediata de quienes los/las observan. Al disponer que la actuación de los/las actores/actrices sea hacía al público, facilita automáticamente poder disfrutar, aún más, de cada uno de los gestos y particularidades de los/las actores/actrices. Podemos atender a todas sus microexpresiones.

Las tensiones manifiestas en los cuerpos actuantes/danzantes le dan sentido al texto, produciendo así que la duración escénica sea más fácil de sostener y la atención de el/la espectador/a permanezca activa y se comprometa con lo que está pasando en escena. El director logró sacar lo mejor de cada actor/actriz. En escena, más allá de cumplir con lo requerido, podemos verlos/as jugar y disfrutar de lo que hacen.

Si bien, la mayoría de los/las actores y actrices demostraron un gran trabajo, no puedo evitar destacar dos personas: Giovanni Quiroga y Silvia Pastorino.

Giovanni, quien hace el papel de hijo mayor, lleva su personaje con dulzura y picardía. Dije dulzura, porque no existe para mí, otra manera de ver a ese personaje (por todo lo que sucede en la historia); aunque también es una energía que posee el actor. En "la Pancha" podemos rescatar como desde lo cómico (la forma en que se presentan ciertos momentos) se muestra un pesar muy profundo y trágico; situaciones que, lamentablemente, son realidades que viven muchas chicas travestis hasta hoy.

La madre en escena: ¿Qué hizo Silvia Pastorino para poder reflejar a una madre y al mismo tiempo a todas? Tal vez es sólo su calidad actoral, su voz o que logró impregnarse y apropiarse del texto en una forma sensible y especial. Más allá del personaje que tiene Pastorino, ella lidera toda la escena como si tuviese incorporado en su ser, todo lo que está sucediendo o va a suceder. Silvia sostiene una partitura vocal y gestual en la que se inscriben todos los indicios de un comportamiento verbal y extra verbal que nos da a quienes espectamos, la ilusión de que estamos ante una persona verdadera. En esta ocasión, podemos ver a Pastorino en todo su esplendor; prestando su cuerpo, apariencia, voz y afectividad. Rápidamente olvidamos que la actriz existe y comenzamos a ver al personaje.
A pesar que la actriz no tiene la edad justa del personaje, su proceder es tan cuidado que sus palabras, gestos y acciones nos hacen creer que ella realmente es la madre de todos/as. Es ahí, cuando el buen trabajo de quien actúa permite fácilmente al/ a la espectador/a poder disfrutar y creer en ese juego y convención al que estamos inmersos/as en ese momento. Pastorino tiene una mirada potente, presente y demandante, a su vez, sutil, cálida y amorosa;  denotando un cariño increíble en lo que hace y lo que es. Felicitaciones a Silvia Pastorino. Su trabajo en esta obra es increíble. Quienes estudiamos actuación, al ver performances como esta, nos forjamos más en conocimiento escénico al poder verla trabajar. Gracias Silvia.

Todos/as en escena saben destacarse, además de Pastorino y Quiroga, debo mencionar  especialmente a Gabriela Grosso por la ternura y delicadeza con que aborda su personaje. A Gabriel Coba y Lautaro Metral, por la frescura que le dan a la escena, por esa química que supieron generar, que nos permite creerles que ‘son’ hermanos. A Carolina Godoy, por saber manejar su gestualidad con gran naturalidad. Y por último, a Oscar Mercado, que demostró y sigue demostrando que es un actor súper versátil.

Otros factores que reforzaron la propuesta son las luces y la música; que bien aplicados realzan y relanzan la acción y el texto dándoles un sentido que posibilita la cercanía a lo popular y autóctono. Alivia tensiones y mantiene al público con una atención activa. El labor de Elvio Arcando en esta obra enriqueció y complementó la puesta en escena de la mejor manera. 

Esta obra me hizo sentir una profunda sensación de calidez. Algo que no solo se genera desde la dramaturgia y otros componentes de una puesta en escena, sino desde los cuerpos del elenco actoral. Es impresionante la química que tienen los/las actores/actrices en escena. Lo real que se ve la relación de la madre con cada uno/a de sus hijos/as y cada una de las particularidades que denotan la diferencia entre los/las hijos/as. Es una realidad dentro de la realidad, una doble representación que impresiona. Todos los tonos que demuestran una emoción te sumergen en este gran acontecimiento teatral rápidamente.

Va más allá de la aparición y la apariencia. Es un contacto con la historia de partes de nuestra provincia. La historia de muchas personas, que al ver esta obra reconocerán a muchos familiares, amigos/as y conocidos/as.

Vemos aquí, el arte del teatro y más aún el arte de la performance. Una calidad mágica y musical que muestra, además de la calidad vocal de quienes cantan, el uso acertado de las canciones en escena y una conjunción estética que delira y divierte.

Si tienen la posibilidad de verla, ¡VAYAN!


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