UNA

Por Candelaria Saldaño Vicente.

En la tarde del jueves 17 de marzo el Istituto Italiano di Cultura nos invitó a asistir a uno de los grandes teatros de nuestra provincia para poder ver UNA, un espectáculo que arribó desde Buenos Aires; unipersonal interpretado por Miriam Odorico con dirección y dramaturgia de Giampaolo Samá; versión libre de la novela Uno, ninguno y cien mil, del dramaturgo y autor Luigi Pirandello. 


Este texto teatral originalmente fue escrita para hombres, aunque en esta versión libre vemos que en boca de una mujer toma un discurso contemporáneo que exhorta y adopta una máscara del rostro producto de nuestra sociedad y nuestra historia, transforma la realidad sin desdoblarla y pone en manifiesto un tejido de obligaciones y ritos de una ser singularmente plural.


La sala Carlos Gimenez del Teatro Real, por una hora, se convirtió en un espacio confesional donde nos adentramos en los pensamientos y sucesos de la vida de una mujer. En su descripción verbal encontramos un discurso contemporáneo en el que la escuchamos dar parte de diferentes retratos que la interpelan diariamente. La vemos procurando sostener su propia psiquis ante la de otras personas y, a su vez,  aquellas idealizaciones que tiene sobre sus pares. Aquí percibimos cómo su pensamiento se apodera de la escena, interroga, propone, anticipa ciertos elementos en su proceder y observamos como luego van transformándose tras su confrontación con quienes la rodean.


Entre los deseos de la carne, los deseos del mundo y la vida en sociedad, este personaje nos muestra un reflejo de todas las miserias y riquezas de quienes habitamos este mundo. Las inmensas preguntas que ella se hace, forman parte de un existencialismo que recorre toda la obra así como en la vida misma. En este personaje percibimos un rostro real con pedazos de sí mismo y de parientes que provienen de algún/a ancestro/a. Al escucharla podemos advertir sobre costumbres universales y familiares, comunes a todas las personas y por esto reconocemos de qué habla. Observamos como su historia familiar la interpela. Y es como dice Proust “su rostro se había convertido en el de su linaje, anterior a su alma individual”. 


En la actuación de Miriam Odorico podemos ver un ofrecimiento de verdad con una condición que desmenuza su cuerpo y su rostro. Una actriz que sabe manejar un lenguaje consistente y se desliza en la escena hacia la reducción y la reprimenda de lo dicho y lo no dicho, logrando abandonar y poseer estados que, poco a poco, habita en diferentes modos. Odorico es una actriz que fluctúa entre dos lenguajes; el primero es el expresivo, aquel lenguaje que vemos a través de su rostro y nos permite notar a una actriz versátil. El segundo es el crítico, el lenguaje con el que comunica la otra parte de los sentires de su personaje, con su voz y sus pensamientos a través de ella. Ciertamente Odorico es una actriz con un amplio espectro de recursos actorales que sabe como disponer de ellos y como encontrarse con los públicos. Felicitaciones Miriam.


Una de las virtudes de esta obra radica en la calidad humana que se manifiesta en un conato expositivo sobre la existencia a través del pensamiento expresado como alegato poético y político del que todas las personas somos parte. Cuando ella habla, no habla solo ella, habla el mundo entero.








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