Malvinas, 74 días/ 1982
Por: Candelaria Saldaño Vicente.
Malvinas… Para quienes nacimos en Argentina sabemos lo que esa sola palabra conlleva social, cultural, política y económicamente. Las consecuencias de la Guerra de las Malvinas o Conflicto del Atlántico Sur fueron nefastas, múltiples y complejas de manifestar y tratar. En conmemoración por los 40 años de ese lamentable acontecimiento, el elenco Comedia Cordobesa en colaboración con la Comedia Infanto Juvenil y el elenco estable de títeres, habitan en escena Malvinas, 74 días/ 1982, escrito por la dramaturga cordobesa Soledad Gonzalez y dirigida por la directora, coreógrafa, bailarina y dramaturga Cristina Gomez Comini.
El sábado 9 de abril, asistí a la tercera función de Malvinas, 74 días/ 1982. No tenía motivos para ir. ¿Por qué habría de hacerlo? ¿Por qué habría de exponerme a algo que proviene del dolor? El tema principal de la obra hacía que no quisiera ir porque era más que claro de lo que iba a tratar, algo que, por demás angustiante, quería yo evitar. Al asistir veo una puesta en escena que me absorbe y me mastica desde adentro hacia afuera con la palabra de otros. Las palabras de personas muy ajenas a mi. Me disuelven en una pieza teatral que por primera vez siento que no es una charla fútil sobre la muerte y sobre lo que por ella acontece. Pero, al presenciarla, descubrí parte de la historia que no nos contaron en el colegio. Descubrí que existe algo por fuera de esa versión lingual, agotable, obligada y repetitiva que nos muestran en el colegio, algo que puede ir más allá del recuerdo mismo y que afecta tanto por su significado como por sus significantes, porque no se puede conversar sobre un tema así con indiferencia o por obligación a una efemérides. Descubrí un sentido humano que me acercó de alguna manera a poder comprender parte de lo que pasó, a poder entender dónde estamos paradas/os como ciudadanas/os y percibir algo de lo que somos. Entender esas sensaciones de acumulación de sufrimiento que explota comprobando lo insoportable y lo que queda en el silencio del pasado. La alteración de la psiquis. Las producciones de imágenes y contra imágenes de cuerpos violentados, los vacíos que generan las desapariciones y los duelos que no son comprendidos enteramente por la sociedad.
Esta pieza teatral escrita por Soledad Gonzalez construye una ofrenda épica en la que rescata los testimonios de ex-combatientes de la Guerra de Malvinas, dándole lugar a lo que ya no es visible en una metamorfosis figurativa que relata sucesos profundamente dolorosos, que demuestran una interpretación del ser que traduce el verbo postergado: La palabra directa de quienes estuvieron en la guerra. La concretización textual es un entretejido de diversas situaciones que sostienen de manera precisa y detallada momentos específicos de los setenta y cuatro días que duró la guerra, lo que vino posterior y las consecuencias que aún hoy viven quienes estuvieron dentro y fuera de este desafortunado momento histórico.
Gomez Comini logra captar el espíritu del texto a través de desplazamientos e interacciones grupales, el balance equilibrado del escenario en toda su extensión permite destacar un especial trabajo sobre las tensiones y distensiones espaciales, lineales, de área y volumétricas de todas las personas en escena. Los movimientos habituales de brazos, piernas y pies van más allá de la mera función práctica de la traslación. La transfiguración estética ejemplifica imágenes en un sentido metafórico que no quiebra con la representación general y distingue las acciones en conjunto en forma armoniosa.
El texto teatral fue fragmentado a partir de los cuatro elementos de la naturaleza. Cada grupo de actuantes representó un elemento: Tierra: Norberto Bernuez, Gabriel Coba, Lautaro Metral, Gonzalo Tolosa. Fuego: Adrián Azaceta, Giovanni Quiroga, Raúl Sánchez, Lucía Nocioni. Aire: Diana Lerma, Gabriela Macheret, Victoria Monti, Silvia Pastorino, Florencia Rubio, Marcia Urbisaglia. Agua: El soldado: Matías Etchezart, Niña: Rocío Oyarzun.
Entre las actrices que forman parte del elemento Aire en la escena, se encuentran Victoria Monti, Florencia Rubio y Silvia Pastorino. A estas tres actuantes las une algo en común: la presencia, la entrega y la voz. Victoria Monti constituye la escena dando color y forma a través de su melódica voz, construyendo sentido con gran precisión y fluidez. Por otra parte, Florencia Rubio demuestra polaridades y contraposiciones en su corporeidad manifestando una dinámica corporal como la de una bailarina, con movimientos sutiles revelando un cuerpo laxo. Ella realmente es aire en ese grupo. Por último, pero no menos importante, Silvia Pastorino sigue demostrando para qué está hecha: la actuación. Enuncia el texto con sensibilidad porque lo ha descubierto en carne propia, labra la escena con temple y prestancia a partir de lo que produce junto a quienes la acompañan en el escenario.
De los actores que componen el elemento Tierra, esta Norberto Bernuez; actor que pareciera que, esta vez, se deshace de la estructura habitual que muestra en escena dejándose afectar por el texto como si el verbo estuviese en su cuerpo; con elecciones conscientes y una gestión corporal que habilita que podamos advertir su accionar como algo verdadero.
Entre quienes conforman el elemento Fuego en escena, convergen la junta militar Adrián Azaceta, Giovanni Quiroga, Raúl Sánchez y Lucía Nocioni. Los actores tienen momentos casi cinematográficos en los que, como instantes pregnantes, tanto el relato como sus acciones se instalan en escena con gran intensidad permitiendo a quienes espectamos olvidarnos que estamos viendo actores y comenzamos a ver a sus personajes. El comportamiento verbal, la partitura vocal y gestual hacen que la performance de este trío de actuantes funcione de manera formidable. A su vez, dentro de la junta militar se encuentra el personaje de Margaret Thatcher (Ex primera ministra del Reino Unido), interpretado por Lucia Nocioni. Esta actriz convive en la escena con entereza y aplomo. Ella no rompe con la ilusión de que es ese personaje, actúa con total autonomía, muestra su verdad, su realidad, sin mayores artificios ni extravagancias, hace que lo enunciado como algo cotidiano cobre relevancia con su presencia y su voz.
En cuanto a la puesta en escena general, los diseños lumínicos, la realización del video mapping, el diseño sonoro y la composición musical, cada uno de esos componentes han sido especialmente propulsores de la escena revelando de forma delicada y oportuna la percepción del tiempo y el espacio, creando una atmósfera colosal necesaria para generar afectación y emotividad en el acontecimiento teatral.
Ver Malvinas, 74 días/ 1982 es transitar por memorias históricas del dolor donde la imaginación queda desgarrada al mostrar los reflejos de la barbarie, donde no condenamos el gesto de lo irrepresentable a partir de una transformación poética del horror. Ver esta obra es sentir diversas representaciones de cuerpos rotos, es vincularse a un rito donde todos quieren ser escuchados y nadie quiere quedar en el olvido.
La puesta en escena es conmovedora y el trabajo de todo el equipo es emocionante.
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