La madrugada en que los perros conocen a Dios.

 Por Candelaria Saldaño Vicente.

Viernes 6 de agosto. 20h. Segunda función de la obra La madrugada en que los perros conocen a Dios. Puesta en escena que dio inicio al ciclo “Córdoba Contemporánea en Escena” con obras de autoras/es y directoras/es locales y el elenco Comedia Cordobesa.

En esta oportunidad la obra fue escrita por Ricardo Ryser y dirigida por Guillermo Baldo, quienes en un delirio de renovación casi mitológica deslumbran la escena teatral cordobesa a través de una reconstrucción atrapada entre el pasado y el futuro. Es una pieza teatral que podría enmarcarse en lo que se conoce como teatro del relato, el cual se define como un tipo de narración oral escénica pero, en este caso, sin dejar de ser representativo. Presenta una fuerte calidad performativa en el uso de la palabra.

En esta obra podemos reconocer factores atemporales, normativos y si se quiere, elitistas. Pero, fuera de ello, el texto espectacular expuesto va más allá de cualquier expectativa que se pueda tener. Nada, absolutamente nada de lo que puedan imaginarse de la obra puede estar cerca de lo que realmente es. Es una culminación apoteósica que nos demuestra una composición contemporánea y extra-liminal en la que vemos las concepciones de los hacedores presentes, lo cual presenta una problemática de diócesis existencial entre tanta verborragia que se impone y a su vez, nos interpela. El autor enaltece el poder de la palabra. El impacto de la poética es perspicaz pero oculto, sencillo y atractivo. Mantiene una calidad performática de la palabra haciendo de la descripción verbal una noción referente espacial, temporal y sensible que nos transporta en todos los sentidos invitándonos a repensar el mundo.

La mencionada obra es protagonizada por Diana Lerma y Lautaro Metral, ambos performers en función de narractriz y narractor. No existe pretensión alguna si nos enfocamos pura y exclusivamente en las actuaciones que se establecen durante el transcurso de la obra: Dios es interpretado por Diana Lerma.  Inevitable sería no hablar de ella. Lerma es una actriz plenamente dispuesta a la escena. No escatima, solo espera, sostiene y potencia la escena. En la composición de la partitura vocal y gestual de Lerma podemos ver una apropiación lograda en su comportamiento verbal y extraverbal haciendo un uso justo del personaje que se le dio a interpretar. Lerma es, en esencia, una excelente actriz. En otro orden, Lautaro Metral interpreta a un angel en esta obra. Su personaje funciona para enlazar momentos claves de la historia y aliviar tensiones. La voz del personaje se instala y sostiene en el tiempo porque recupera discursos atemporales. Metral nos muestra, una vez más, su riqueza: la naturalidad escénica y plasticidad en su calidad actoral. Cada acción, discurso, ademán y gesto son sostenidos con gran comicidad y sensibilidad. 

Si bien, toda la obra en sí misma es una experiencia estética concreta y definida, la escenografía y la utilería no son detalles menores en esta puesta en escena. El exceso funciona como un renacimiento en la transmisión de sentido y enaltece la experiencia espacial, el lugar físico de la manera más completa posible; posibilitando a quienes espectamos poder percibir las formas de exhibición y a su vez el funcionamiento que tiene en conjunto con la instalación de las palabras. Tanto escenografía como utilería funcionan juntas como una sola belleza.

Ver esta obra es poder adentrarse en la gran metáfora del teatro, puede ser mágico y puede ser fantástico. Debemos estar dispuestas/os a recibir lo que las/los artistas en escena están compartiendonos  y así podemos apreciar el alma del teatro.






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