MAIZ, UNA OBRA PAISAJE.

Por: Candelaria Saldaño Vicente.

El domingo 18 de abril tuve la oportunidad de asistir a la sala de teatro Quinto Deva para ver/presenciar la obra teatral Maíz, una obra paisaje. Dicha función fue realizada siguiendo el protocolo sanitario vigente del COE (Comité Operativo de Emergencia). Bajo todos los cuidados, bajo todos los protocolos, porque si nosotras/os no nos cuidamos, seriamos (somos) las/os primeras/os encerrados/as.


Esta pieza teatral fue dirigida por Gastón Palermo, quien trabajó junto a Elvira Bo, Nadia Ethel Basanta, Diego Marin, Isabel Peralta y Emilia Bravo. Según cuenta Palermo (director y performer), Maíz fue estrenada en 2020, pudieron hacer dos funciones y luego se decretó la cuarentena.


Empieza la función, me invitan al… ¿cine?, but wait a minute ¿No era teatro? Me dieron maíz, bueno, me dieron pochoclo (para el chetaje), me dieron pururú (como se dice en mi barrio).  Mientras recibía este gesto, me quedé obnubilada mirando esa máquina hermosa y reluciente de hacer pururú que tienen en escena, y al cable eterno que la conecta. Entretanto podía escuchar pequeños ruidos de encendido y funcionamiento que me permitían poder ver y escuchar esa maravillosa transformación, de un estado a otro, del maíz. El actor abre la puertecita de vidrio y veo salir mucho vapor y pienso, «que lástima estar enmascarada porque no puedo sentir ese olorcito maravilloso que tiene el pururú recién hecho». 


Mientras tanto, el actor se aleja de la escena principal. La actriz, primero, nos muestra su recorrido y, en cierta forma, su vida o la vida que nos quiere contar. Actúa ella y después actúa él. Hace lo mismo. Hace casi lo mismo. Hace lo mismo pero en su persona. Lo repite, lo muta, lo aplica y se lo apropia. 


A medida que se va destejiendo el entramado de la obra, podemos percibir una libertad de mostrar todos los aspectos de la vida cotidiana, sin abstraerse en algún sentido en particular, y expresar el carácter liminal de lo que son/somos.


Quienes actúan muestran formas, situaciones y acciones a través de su corporalidad con total emancipación de juicio alguno. Muestran sus verdades, sus realidades sin artificios mayores, sin extravagancias, lo que hace que lo cotidiano enunciado en escena adquiera mayor prestancia y performatividad.


Tanto la puesta en escena como las actuaciones en sí mismas son una gran performance que se alimenta de varios dispositivos, transiciones y por sobre todo, repeticiones. Repetición, canon y gesto. Todo es repetición, canon y gesto. ¿Acaso somos eso y no nos dimos cuenta? Estoy viendo acciones simples, nada que no haya visto antes, pero en este contexto, en este tiempo de pandemia, lo siento como una muestra de lo que somos y me interpela. Me interpela su música, me interpela sus acciones y aquellas palabras que me producen sensaciones.


Por un momento no veía muy bien, otra vez me acomode los lentes; entre evitar tocarme el barbijo y el estar todo el tiempo pendiente de lo que veo, mi mano sin pensarlo, volvió a acomodar mis lentes. Entonces, volví sobre los pasos de la actriz y me di cuenta que hay una proyección y la pared está funcionando como pantalla, siempre estuvo, como un paisaje en el paisaje, la proyección en la pared como una pantalla de cine “casero” en un espacio teatralizado. Qué maravilla cómo quedó esa sala. A pesar de la nueva disposición de las/los espectadores/as no hay desperdicio en nuestra visual, en el paisaje que vemos.


Cuando quienes actuaban se retiran, observo con estupor que en la pared-pantalla hay una filmación. Otra vez me están obligando a ver una pantalla. Pero, en el mundo de las excepciones, veo a esta filmación como una tercera versión del pasado, de lo que acabamos de ver. Es una filmación de la obra pero con el tiempo acelerado, casi mostrándonos otra representación de la contemporaneidad misma…


El paisaje del paisaje


El domingo 18 de abril tuve la oportunidad de asistir a la sala de teatro Quinto Deva para ver/presenciar la obra teatral Maíz, una obra paisaje. Dicha función fue realizada siguiendo el protocolo sanitario vigente del COE (Comité Operativo de Emergencia). Este no es un dato menor, ya que asistir/ver una obra de teatro en contexto de pandemia resulta un espesor de signos multiplicándose constantemente. Al ingresar a la sala se podía ver tanto actuantes como espectadoras/es, enmascaradas/os. ¿Hay acaso una situación más teatral que ésta? Podría decirse que, en este caso, la teatralidad radica en el acontecimiento en el que todes nos vemos interpelados/as por las mismas condiciones o, tal vez, en una diferente repetición.


Más allá del paisaje que nos circunda a partir de la escena misma, Maíz nos presenta una historia simple, llevada por muchos lugares y tiempos, que transforman la dramaturgia en un universo paralelo reflejando lo real y lo teatral. Presenta un desdoblamiento desde lo cíclico que hace que en esta puesta en escena podamos distinguir una historia en relación contemporánea, de nuestros días y al mismo tiempo atemporal, algo universal que vuelve a suceder, que se repite; que pareciera advertirnos que es el mismo juego pero con jugadoras/es diferentes; asimilada por un conjunto de acciones, micro acciones, y hechos que podremos visualizar y comprender por medio de esta característica tan particular típica en las performances: la repetición.


¿Podría pensarse que el paisaje de esta pieza teatral performática está constituido por lo que somos en la vida cotidiana? ¿Es una oda a la vida? ¿Una oda a la repetición?  ¿Cómo repercute en la actuación? ¿Es una actuación minimalista, real? La actuación funciona para demostrar el eje de sentido y la repetición un modo para montarla; podría establecer una segunda lógica de sentido. Parece ser lo mismo, pero no lo es. Y es ahí donde encuentro el acontecimiento.


Otro factor no menor es la temporalidad que propone. El tempo de este trabajo es la contemporaneidad. De acuerdo con Agamben podemos ser contemporáneos en un doble sentido: En primer lugar de una manera anacrónica hacia el pasado y en segundo lugar de manera anacrónica hacia el futuro. Una performance como la de Maíz, ¿puede ser pensada en un sentido contemporáneo doble?, ¿qué nos indica la repetición aquí?. Tal vez ¿somos esto? Una repetición, que no hay nada que no haya pasado y por eso volvemos a padecer una situación pandémica como hace cien años?


Maíz, una obra paisaje ofrece mucho en escena. Por sobre todas las cosas me hace cuestionarme sobre el sentido de la vida. ¿Por qué estamos así nuevamente? ¿Qué hay en el paisaje de nuestras vidas que no estamos viendo de verdad? Me interpela la imagen en general y la forma en que se va desarrollando como un paisaje de todas/os nosotras/os.


Maíz es una obra paisaje que nos deja ver y nos mira a través de sus cuerpos, aquellos que nos dejan observar un comportamiento performático mostrándonos su propio panorama y a su vez el de todos/as.


Si en algún momento esta obra teatral vuelve, no se la pierdan y vayan a verla.



Ph: Vale Depetris

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